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Hacer de la incertidumbre un acto de cultura

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¿Qué hacemos cuando la incertidumbre se vuelve parte de nuestros días? Hace más de un año que la vida cambió […]

¿Qué hacemos cuando la incertidumbre se vuelve parte de nuestros días?

Hace más de un año que la vida cambió por completo. Hace más de un año que los noticieros se apoderaron de nuestra atención y comenzaron a controlar nuestras angustias. Hace más de un año que tapamos nuestras caras con tapabocas, cubrimos nuestros sentires de los demás.

Hace más de un año que el disfrute del tiempo libre cambió y las costumbres se modificaron. Cumpleaños y reuniones por zoom, al aire libre aunque el frío aceche y todo antes de que finalice el horario permitido.

Pero también hace más de un año que resignificamos algunas prácticas y las volvemos posibles hasta en tiempos de pandemia. Algunas de ellas se han vuelto en estos días una arena de disputa política en donde hasta el menos interesado tiene algo para decir.

Mientras eso sucede muchxs otrxs están pensando(se), preguntando(se)… construyendo(se) y deconstruyendo(se) a partir de propuestas superadoras que utilizan este contexto como puntapié para patear el tablero y comenzar de nuevo.

¿Qué hacemos cuando la incertidumbre se vuelve parte de nuestros días? Creamos (o resignificamos) las formas de hacer las cosas. La cultura en su sentido más amplio es todo lo que el ser humano crea a partir de lo que tiene a mano. Con el correr de los siglos y la complejización de las sociedad, la cultura se fue dividiendo, jerarquizando y calificando según el qué, quién y cómo.

Pero más allá de todo, lo destacable es la capacidad de adaptación a las nuevas situaciones. La incertidumbre que nos rodea es el motor de nuevas creaciones o de readaptaciones de viejos elementos en nuevos proyectos. Mencionaba el caso del radioteatro porque para los tiempos que corren resulta un producto que se condice con el nuevo vivir pandémico. Mientras las salas de teatro resultan peligrosas (aunque cueste creerlo) una gran variedad de actores de la cultura han encontrado en el formato del radioteatro una manera de escapar de los embates de la pandemia y sus restricciones y volver a estar en contacto con un público, transformado en oyente.

Se preguntarán por qué estamos hablando del presente y no del pasado, como todas las semanas. Pues como decía un historiador italiano “toda historia es historia contemporánea” y en ese sentido el ejemplo de los radioteatros y las costumbres abordados la semana pasada reaparece en el presente, resignificado e impulsado por un contexto marcado por el distanciamiento social.

Algo dijimos ya de los radioteatros. Que se transmitían por radio y eran como obras de teatro que no se podían ver, pero sí oír. En los tiempos que corren… donde el contacto con otrxs, el compartir, el besar, el abrazar comenzaron a ser acciones peligrosas (la antítesis del ser humano) hay quienes encontraron en este antiguo pasatiempo, una forma de ganarle a la pandemia y crear cultura ajustando la práctica artística a las restricciones.

Ese es el caso de un grupo de artistas pampeanas que, ante el inminente cierre de teatros y espacios culturales, comenzaron a preguntarse cómo seguir. Fue así como la idea de un radioteatro en contexto de pandemia tomó fuerzas: una forma de crear cultura sin la necesidad de que muchas personas estén juntas en un mismo lugar.

En el pasado la radio unió familias y vecindades, informó y entretuvo a muchas personas que se reunían frente a ella para escuchar. Hoy, donde compartir espacios y actividades presenciales significa un peligro para la salud de unx y de todxs, el radioteatro surge como una posibilidad de llevar el teatro a cada hogar. Gracias a las redes, a internet, a las plataformas digitales, muchas más personas pueden acceder a las radios de manera online y disfrutar de un poco de cultura.

Aunque siempre es mejor con otrxs, las condiciones actuales nos proponen pensar formas alternativas de convivir, mientras esperamos el regreso a la tan ansiada y supuesta “normalidad”. Porque es necesario decir que, aunque nos duela, aunque nos resistamos, el mundo como lo conocíamos no volverá a ser el mismo, y nosotrxs tampoco.

Pero la experiencia de esa incertidumbre nos da la oportunidad de pensar que otras formas del quehacer, en este caso artístico, son posibles. Solo hace falta ponerlas a prueba.

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