La gravedad y la gracia //
Simone Weil
El uso de la razón torna las cosas transparentes al espíritu. Pero lo transparente no se ve. Se ve lo opaco a través de lo transparente, lo opaco que estaba oculto cuando lo transparente no era transparente.
Se ve el polvo sobre le vidrio, o el paisaje detrás del vidrio, pero no el vidrio.
Limpiar el polvo sirve para ver el paisaje.
Nota sobre el silencio
Para M.
Un rayo de luz cae en el silencio de la noche. El olor a pasto mojado perfuma el jardín que a esta hora se convierte en el hogar de los perros hambrientos y deshuesados de la calle. Los gorriones regresan a sus casitas de barro que construyeron en los huecos de la pared. ¿Qué clase de pájaro podría ser acá adentro? Quiero decir ¿qué clase de pájaro podría ser en este jardín? Adentro, mamá duerme profundamente y cada diez segundos el aire que sale de su boca entre abierta hace un ruidito que me saca de la vigilia del sueño y en ese momento siento que me estoy preparando para algo que todavía no sé qué es. Esta sensación es de un completo entusiasmo. Un remolino que se está formando de a poco y puede llegar a ser tan intenso que podría destruirlo todo ¿Será que esta continua preparación es solo miedo? ¿Miedo a la fuerza de lo desconocido?
Aprendí a adaptarme y callar dejando la curiosidad de lado. Aprendí a contemplar con enajenamiento el deseo. La realidad se me presenta como mutaciones de lo que no deseo, quiero decir, lo que se me pierde de vista y en esas fugacidades encuentro la pregunta. Los misterios que trato de develar, buscar alguna señal que me diga a dónde ir. La lucha contra el tiempo que se me escapa de las manos. La necesidad de explorar lo invisible o los terrenos oscuros. ¿Qué puede llegar a salir de esta preparación? ¿Un ser que no soy yo? o ¿mí yo más real? Si me dejara ser realmente yo ¿qué pasaría? Llegar –ahí- es un trayecto largo de zonas muy áridas y poco iluminadas. Es un viaje que debo hacer sola sola sola porque nadie quisiera acompañarme a ese lugar en donde la bola de plomo cae pesada sobre sobre mi cuerpo y lo empuja hacia el centro de la tierra. Acompañarme a ese instante en donde el universo se abre a mi comprensión. En donde los huesos del sacro se desprenden para formar una nueva estructura y los lazos familiares se despliegan, junto con la mano, hacia el centro de la tierra y se vuelven un punto infinito. Puedo ver como el rayo de luz irrumpe en el espacio, este que es el interior y profundo de mi yo más esencial y en donde la distancia interna no reconoce el tiempo. Es en ese momento donde el dragón con su fuego desciende la energía hacia el centro del pecho alisa la frente y deja caer los párpados para acceder a un lugar remoto. Una nueva cabeza crece y reemplaza la anterior -ahí- un águila majestuosa emerge desde las cenizas para oxigenar el cuerpo y la mente. La respiración de mamá baja el ritmo y ahora el ruidito aparece cada cinco segundos y yo sigo la voz en mi cabeza que me revela el pensamiento, un sentimiento de extrema pureza que acompaña el latido del corazón y lo sumerge en la eternidad trémula -otra vez ahí- donde las cosas encuentran su lugar donde el caos se vuelve meditación para ir adentro adentro adentro. ¿Cuáles son mis desplazamientos? Separarme de las palabras que no quiero decir, que pienso, pero no quiero nombrar. La inquietud de la palabra es una extrema excitación interna que acompaña mi neurosis y cristaliza el orden de la palabra que nombra y me devela el mundo. La ficción de una búsqueda que va de adentro hacia afuera, de lo profundo a la superficie, de la razón a la sin razón, del sentimiento al pensamiento, de la irrealidad a la realidad, de la luz a la oscuridad. El intervalo de tiempo entre estos extremos forman mi yo más esencial, un zafiro de extraordinaria dureza que da forma a mis sentidos. Un halo color azul transforma el zafiro en diamante cuando te nombro provocando la expansión de mis pensamientos hasta convertirlos en palabras en otro idioma. Un lenguaje que no comprendo en el intelecto pero sí en el sentimiento. En tu nombre caben todas las palabras que definen el principio creador y organizador de todo lo que existe. Todas estas palabras forman mi cuerpo. Un cuerpo híbrido, impuro y mestizo con voces dispersas que se expresan en lenguas diversas. Voces que regeneran, voces que mutilan. Un devenir de algo – un misterio- que está en disputa, es decir, la mutación de -no sé qué-. Ahora lo que hace ruido no es el silbido de la respiración , es la melodía del silencio. Y esa melodía es la que me devela la capacidad natural que tienen mis tejidos para cicatrizar la herida y permitirme ser otra cuando nadie me ve en la frescura y penumbra de mi alma donde tu rostro se desdibuja para formar el monstruo que me devora cada noche y alimenta la tierra que, a esta altura, ya perdió la frescura del roció nocturno.
Vive en Buenos Aires. Estudió Licenciatura en Fotografía. Es docente en la cátedra Introducción al diseño fotográfico en la Universidad de Palermo.