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¿Qué lo puede estresar con dos años?

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Me encanta la frase que dice “los adultos son niños arruinados”. Si en algo somos expertos “las personas grandes” es […]

Me encanta la frase que dice “los adultos son niños arruinados”. Si en algo somos expertos “las personas grandes” es en camuflar lo que sentimos. Esto hace muy difícil la convivencia. ¿Cuántas veces te encontraste diciendo: realmente no sé lo que pasa?

Es que la educación emocional también entiende que parte de un crecimiento sano es identificar lo que sentimos y poder expresarlo de una manera constructiva. Esto nos ayuda a crear redes neuronales sanas y estables, pero por sobre todas las cosas identificar lo que sentimos nos prepara para actuar y responder de forma adecuada.

Es muy común en el consultori,o que ante distintas consultas les conteste a los padres, que determinada situación genera stress en el niño. El cuidador automáticamente responde ¿Qué lo puede estresar siendo tan pequeño? “Doctora tiene 1 año que stress puede tener”

Queridos lectores no hay cuantificación del estímulo estresogeno. La vida es mucho más compleja. Me estresa una situación, en un momento dado y puede no hacerlo en otro momento.

Por ejemplo, si ud tiene sed, se levanta de la silla va hasta la cocina, toma un vaso y se sirve un vaso de agua. El nivel de estrés que esto le genero consideramos que es mínimo. Ahora si usted, querido amigo, vive en Uganda, en pleno verano, con una condición socioeconómica paupérrima y tiene que caminar kms para conseguir agua, es probable que esta misma situación lo estrese mucho.

Así como la misma situación pueden generar una cantidad de ansiedad distinta en diferentes personas, así mismo a lo largo de la vida, el estímulo también tiene diferente categorización.

Para un bebe el hambre puede generar un estímulo negativo tremendo. Cuál es nuestro desafío como padres. Reforzar la respuesta positiva entrenando la habituación.

Que quiere decir sistemáticamente responder de forma positiva a un estímulo tan vital con consistencia.

Por ejemplo. Anticipar verbalmente que vamos a alimentarlo, ofrecer afecto y consuelo mientras alimentamos, y no usar la comida como la solución a todos los problemas, no todo es HAMBRE (les recomiendo la columna de la LIc Pignol), porque comer no es solo un gesto biológico sino social.

Comemos para los cumpleaños, para festejar, como excusa para reunirnos con amigos.

Por favor jóvenes madres NO usen el celular mientras alimentan. El momento de alimentar a un hijo con lactancia o no es un momento precioso de conexión y de empatía.

¿Por qué tendemos a minimizar el stress de los niños? Porque somos narcisos. Siempre el problema ajeno es pequeño, fácil de resolver y sencillo.
Minimizar las emociones de los demás nos vuelve menos humanos. Empatía no es no hacerle al otro lo que no NOS gusta que nos hagan. Empatía es no hacerle al otro lo que no LE gusta que le hagan. Conectarse con el sentir del otro es un gesto de humanidad, pero para eso debemos trabajar primero en identificar de manera inteligente lo que sentimos y enseñarles a nuestros hijos a que lo hagan.

Una excelente manera de que nuestros hijos identifiquen que puede sentir otro, es con las mascotas. Ellos no nos pueden “decir” que es lo que sienten, pero podemos ejercitar aprender a conocerlos. Y sobre todo ser respetuosos, evitar la crueldad.

Si podemos hacer eso y ser bondadosos con un animal cuanto más podremos hacer para ayudar a nuestros pequeños y VALIDAR de manera amorosa sus creaciones, sus actos y sus gestos.

Festejar con un dibujo que nos regalan, porque le costó mucho y porque en su cabeza liberada del valor del dinero, es muy caro. Estar dispuestos a ofrecerles contacto físico con respeto a su individualidad, abrazarlos todo lo que necesiten, alzarlos, aunque sean grandes, estar físicamente disponibles. Ofrecerles generosamente y con disponibilidad nuestro tiempo.

Volver a jugar con nuestros niños, ayudarles a organizar sus juguetes, clasificar con ellos, es un gran aprendizaje.

Pero por sobre todo y lo que motivo esta columna respetar lo que sienten con toda seriedad. No reírnos cuando lloran, no llamarlos locos o exagerados.

No decir “no pasa nada”, negando lo que sienten o quieren contarnos. Más vale preguntar. ¿Cómo te sentís? ¿Cómo puedo ayudarte? ¿Querés que te abrace? ESCUCHAR CON TOTAL PREDISPOSICION.

Darles respuestas de adultos en palabras de niños. ¡Sí, algunas veces no tenemos todo lo que queremos, pero podemos seguir intentando! Y no frases armadas… como “Tenés que prestarle el autito a Manolo” porque vos no le prestas tu camioneta al vecino para que no camine al trabajo. Enseñar con el ejemplo.

Validemos los sentimientos de nuestros hijos, seamos respetuosos con los rasgos de su temperamento que formarán su personalidad y por último… todos queremos hijos que sean leones, se sepan defender y se planten, hijos líderes, felices y decididos…. Pero nadie quiere criar leones, sino ovejas y eso es una utopía. Querés el león, cría al cachorro.

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