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Teñir la peineta, vaciar las campanas y danzar las plazas.

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La diversidad me estalló en la cara. Las vidrieras se vienen vistiendo, cada vez más, conprendas multicolores y frases motivacionales. […]

La diversidad me estalló en la cara. Las vidrieras se vienen vistiendo, cada vez más, con
prendas multicolores y frases motivacionales. La bandera del orgullo lgtbi toma las calles y
ahora también, hace rato que desfila en diseños de objetos y accesorios varios. Nos recuerdan
lo empoderadxs que estamos con sus frases en remeras y las revistas nos dan tips para ser
empresarias de nosotras mismas, con una insistencia llamativa sobre lo que tenemos que
hacer para ser fuertes y valientes.

Me estalló la diversidad en la cara, cuando una cantidad de mujeres salieron a cuestionar y
sancionar a una madre que movilizaba a un país entero buscando por tierra, tele y marea a su
hija desaparecida por tres días. Los comentarios y las críticas, en general por parte de mujeres,
sentenciaban a la mujer que buscaba a su hija al banquillo de la mala madre con argumentos y
generalizaciones que carecían de contexto. La diversidad de opiniones solían coincidir más en
posicionamientos moralistas hacia la madre que en preguntas que den profundidad a una
situación atravesada por la vulnerabilidad, entre múltiples factores.

En medio del fuego inquisidor arengado por algunos medios de comunicación, la oficina
doctrinal del Vaticano, la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó recientemente una
nota manifestando que «la bendición de las uniones homosexuales no puede considerarse
lícita» ya que implica «una elección y una forma de vida que no se puede reconocer como
ordenada objetivamente en los planes revelados de Dios».

Elton John los acusó de hipocresía.

Al mismo tiempo, en nuestro país se conmemoró el día de los derechos de las personas trans
recordando la muerte de Claudia Pia Baudraco. Una fundamental activista trans que impulsó
el necesario debate de la Ley de Identidad de género, sancionada en 2012.

Me estallaba una vez más la diversidad en la cara, cuando rápidamente se difunde de forma
masiva en internet, un comentario realizado por una reconocida actriz. “Que no te diga
“mamita” ni “cosita” {…} mientras tienen sexo”, escribió y fue suficiente para desencadenar
una catarata de comentarios a favor y en contra.

Y mientras en el 2021, una de las marcas multinacionales más importantes de ropa deportiva
ya sacó una publicidad con una mujer negra luciendo sus brazos levantados con vello en las
axilas; en 1918, Alfonsina Storni escribía:

“¿Qué diría la gente, recortada y vacía,

Si en un día fortuito, por ultrafantasía,

Me tiñera el cabello de plateado y violeta,

Usara peplo griego, cambiara la peineta

Por cintillo de flores: miosotis o jazmines,

Cantara por las calles al compás de violines,

O dijera mis versos recorriendo las plazas,

Libertado mi gusto de vulgares mordazas?

¿Irían a mirarme cubriendo las aceras?

¿Me quemarían como quemaron hechiceras?

¿Campanas tocarían para llamar a misa?

En verdad que pensarlo me da un poco de risa.”

Lo diverso, lo diferente, lo distinto, lo otro, eso que parece tan ajeno pero que también es
propio, sigue siendo objeto de sanciones y directrices. Construcción de un patrón de fácil
detección para ser excluido, segregado, o prototipo para volverlo objeto de consumo popular.
Desde las formas más tradicionales y conservadoras hasta las más novedosas y progres, los
discursos proliferan imponiendo lo que se supone que debe y no debe ser, lo bueno y lo malo.
Generando forzadas dicotomías que borran y se pierden de la singularidad y variedad de lo
que sucede en el entre.

¿Qué modos posibles hay de ser madre? ¿Qué nos resulta atractivo en la intimidad? ¿Qué nos
eriza la piel? ¿Qué nos saca las ganas? ¿Qué pilcha nos cabe usar? ¿Qué efectos decantan en la
articulación entre religión, amor e instituciones religiosas? ¿Cuáles son las formas del amor?

Las respuestas serán siempre singulares. Pero también siempre habrá discursos con
imperativos y exigencias que intenten performatear nuestros modos, gustos, elecciones al
servicio de intereses o preferencias individualistas. Lo que muchas veces incomoda, molesta, y
se vuelve objeto de marginación, juzgamiento u mercancía es el disfrute ajeno. Modos de
disfrute que pretendemos exclusivos o que solo pueden ser gozados si se cumplen
determinados requisitos, resultan cuestionados y señalados cuando son vividos por aquellos
que encajan en la figura de “los otros” y cuando hacen tambalear aquello que creíamos propio
pero es compartido.

Por suerte, mientras algunos discursos añejan prejuicios contra lo diferente, encontramos
movimientos cada vez más comprometidos por ser los que se incluyan entre los espacios cada
vez más amables con otras, otros y otres. Más amables porque no se ponen en el lugar de
creerse que tienen la posta y porque se corren un poco para ampliar la mirada.

La diversidad estalla porque siempre se nos escapa y porque en el intento de encapsularla, se
multiplica.

La diversidad estalla y nosotrxs con ella si el esfuerzo es por rebelarnos contra lo que nos hace
diferentes en vez de resistir desde la diferencia.

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