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Tiempo al tiempo

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“[…] Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vidaY entonces, comprendeCómo están de ausentes las cosas queridasPor […]

“[…] Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida
Y entonces, comprende
Cómo están de ausentes las cosas queridas
Por eso, muchacho, no partas ahora soñando el regreso
Que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo […]”

Canción de las simples cosas – Julio Cesar Isella / Armando Tejada Gomez

Paso largos ratos viendo fotos viejas y también de ayer, guardadas en el celular o en la computadora. Incluso hace un tiempo ya, que atesoro los mensajes de audio y videos que me conmueven o me hacen doler la panza de la risa. Vuelvo una y otra vez a esos momentos y ahora el celular, no solo permite almacenar y volver a verlos, si no que se ofrece escuchar los mensajes de audio de modo acelerado. ¿Por qué habría de hacerlo? Si justamente en ese zapping de fotos y videos, lo que encontramos hace a nuestras humanidades, preferiría evitar robotizarlo, sobre todo, lo insondable de la comunicación y el tiempo.

Pienso en la foto borrosa que suelo demorarme apreciándola todo lo que pueda. Salió borrosa por la emoción del momento y oscura por la intimidad que nos abrazaba. La luz tenue de la habitación y mi amiga recostada con su hijo recién nacido en brazos. Yo tomándolos con una mano y con la otra sacando la foto. Y si, salió borrosa. Pero no había segundo tiro, era bellísima así borrosa y todo. Lo suficiente como para haber necesitado capturar ese instante de dulzura y como para no continuar haciendo una galería de ello.

Una amiga intenta sacar un turno y deja un mensaje en el contestador olvidando mencionar su teléfono para que le devuelvan la llamada. Mi amiga debe volver a llamar para dejar su número. Nos reímos y pensamos en el horror de no poder borrar el mensaje para volver a grabarlo, ya que dejar su contacto era prácticamente lo fundamental. Pifiar.

Al mismo tiempo, conversamos sobre los mensajes de whatsapp que ahora, además de poder borrarse antes de enviarse, los audios recibidos pueden escucharse de modo acelerado. Hago la prueba con el mensaje de una amiga y escuchar su voz agudizada y ágil me causa entre espanto y risa. No hay casi diferencia con «las bases y condiciones» que suelen escucharse al final de las tandas publicitarias.

Las cámaras fotográficas nos permiten sacar una y otra vez la foto para buscar “la mejor”. Y contamos con muchas opciones para editarlas, retocarlas, desenfocarlas, acentuar o borrar detalles. Lunares, tatuajes, arrugas, cicatrices, todo puede desaparecer con un click (o varios).

La tecnología al servicio de la productividad y la ingrata perfección. Mientras ahora podemos ahorrarnos cierto tiempo escuchando mensajes, podemos perderlo aún más ensayando las mil y un versiones del “mejor” mensaje o la “mejor” foto. Ahora podemos ser vistos u oídos cual maquinita, configurados en un tiempo cronometrado y podemos intentar controlar casi al máximo lo que queremos decir o mostrar.

Evitar las vueltas de la comunicación, las repeticiones y mañas para resolver el encuentro. Anticiparlo al punto de configurarlo intentando borrar aquello que haga al desliz, lo salido de libreto, lo que no estaba pensado y lo que evidencie cualquier indicio de emoción o humanidad en nuestros gestos, tonos y expresiones corporales.

Pulir hasta el máximo posible aquello que pretendemos que el otro vea de nosotros. Pulirlo de tal modo que la piel se confunda con la de un dibujo animado o un muñeco. Pulirlo al punto de tener que descifrar qué se escucha en un audio porque la prioridad de la velocidad arrasa con la palabra.

Practicar la selfie y la perolata hasta el cansancio.

La tecnología más que nunca haciendo de las suyas en la construcción de subjetividades. La posibilidad de trastocar el tiempo, en pos de evitar perderlo y poner a jugar el malentendido con el otro, mediante la edición de la voz y la imagen.

La construcción de un tiempo ya no tan destinado a capturar instantes más o menos
valiosos, sino un tiempo atado cada vez más a la lógica de la acumulación y al
perfeccionamiento. Que no se nos escurra. Rápido y sin fisuras. Sin indicios que
deschaven el paso del tiempo, las marcas de la experiencia o la emoción en la voz.

Estancia la Holanda Ortiz Echagûe – La Pampa

Dice Olga Orozco de las “Variaciones sobre el tiempo”:

Forcé tus cerraduras y subí a los graneros que denominan porvenir.
Hice una sola hoguera con todas tus edades.
Te volví del revés igual que a un maleficio que se quiebra,
o mezclé tus recintos como en un anagrama cuyas letras truecan el orden y cambian el sentido.
Te condensé hasta el punto de una burbuja inmóvil,
opaca, prisionera en mis vidriosos cielos,
Estiré tu piel seca en leguas de memoria,
hasta que la horadaron poco a poco los pálidos agujeros del olvido.
Algún golpe de dados te hizo vacilar sobre el vacío inmenso entre dos horas.

Pienso en el tiempo que demoramos en decir aquello que más cuesta o cuando se nos escapa y hubiésemos preferido que no. Pienso en el tiempo que podemos demorar en prepararnos para el encuentro con un otrx. En el paso del tiempo que se hunde en los huequitos que aparecen en el cuerpo. En los tiempos arduos que inundan las lagunas de la memoria. En el ritmo de la juventud y de la vejez. En los ritmos propios y ajenos. En lo que nos devolvía el espejo y ahora se haya de otro modo.

Así como hace un par de años amontonábamos cartas y notitas, se acumulan los mensajes, fotos y archivos en el teléfono si no dedicamos un tiempo a hacer “limpieza”. Tenemos los recuerdos al alcance de la mano. De no volvernos un tanto selectivos, es difícil distinguir lo que atesoramos de lo que queda allí como depósito.

Vuelvo una y otra vez a través de fotos, videos, chats y escritos, a los lugares que me estremecieron, me envolvieron en lágrimas, me reconfortaron…momentos a los que vuelvo porque allí fui feliz. Vuelvo para reencontrarlos y a la vez, despegarme un poco de ellos.

Si, reconozco que me perturba bastante el hecho que la tecnología deje de ser un instrumento facilitador de la comunicación, un mero intermediario, para ser un modificador de los tiempos que nos atraviesan. Si, me preocupa un poquito (bastante) que nuestros diálogos empiecen a parecerse más a adelantar y retroceder una peli que a ver con qué nos encontramos. Me obsesiona diferenciar aquello que acumulamos o desechamos porque la tecnología nos lo permite, tiende tanto a lo inmaculado como a lo volátil, de aquello que elegimos preservar o descartar por lo que somos o fuimos en esos lugares.

Los tiempos aparatosos siempre responderán a programas y estándares. Pero nuestros tiempos no responden a botones (o espero que no suceda tanto).

El tiempo se revira, se detiene, se anticipa, se enlentece. El tiempo marcado, explotado, desaforado, por nuestros tonos y afectos, nuestros fuegos y temblores.

El tiempo intervenido por la tecnología podrá generarnos facilidades pero no sin trastocarnos. Será una posición no sencilla el intento por diferenciar los beneficios de la tecnología de resistirnos a quedar sujetos a ella.

Sí, reconozco que me perturba un poco la constante y avasallante invitación a esquivarle a la humanidad que nos habita. Así que por el momento, me seguiré tomando mi tiempo y espero nos encontremos la próxima.

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